En este post te voy a presentar una idea arriesgada y radical, pero que genera una belleza única y singular, aunque efímera. Y responde a la pregunta ¿Se puede hacer un jardín por casualidad?
Los que me leéis habitualmente sabéis que me gusta fijar los conceptos para saber de lo que estamos hablando. Jardín, según la rae, es “un terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales.” Y etimológicamente la palabra jardín viene del francés “jart” que significa “huerto” y “gart” que es “valla o cercado”.
Por lo tanto, jardín en su origen es un huerto que está vallado o cercado y que posteriormente evolucionó a un terreno donde se cultivan plantas ornamentales. En verbo cultivar es importante, te lo cuento más adelante.
Sin más preámbulo la respuesta a la pregunta es sí. Es posible un jardín por casualidad. Pero para ello tienes que replantearte la idea de jardín, evolucionarla por así decirlo. En realidad, lo que hay que hacer es adquirir una nueva sensibilidad frente a las plantas admirarlas con otra mirada. Una vez que hagas esto descubrirás una nueva belleza.
Y es el famoso paisajista francés Gilles Clément quien nos introduce en esta nueva mirada. En su libro “El jardín en movimiento” nos explica cómo es este jardín, que es el jardín que surge por casualidad, y su importantísimo valor ecológico y estético.
Este jardín necesita de terrenos baldíos, esos terrenos no cultivados ya sean en restos que dejan las urbes o jardines de viviendas que no tienen ningún cuidado. Y es aquí donde está la radicalidad de la idea. Si lo piensas existen muy pocos de estos terrenos. Ya sea porque los servicios municipales los desbrozan, limpiándolos de cualquier especie vegetal. O porque los propietarios de las parcelas las limpian, muchas veces obligados por el ayuntamiento. Quizás seas tú uno de estos.
La idea de este jardín reside en cultivar de otro modo, cultivar entendido como proteger. En este caso es proteger el libre albedrío de las especies vegetales. Proteger un proceso de años en el que las plantas irán colonizando el terreno, creciendo y muriendo para servir de abono a las siguientes especies. De ahí el movimiento.
La gran belleza de este jardín reside, por un lado, en la falta de control sobre lo que crece y donde crece, y por otro en la sorpresa de un nuevo jardín cada año. Lo radical y arriesgado es que en los primeros años solo existen especies herbáceas, zarzas o retamas, es decir, malas hierbas según nuestra creencia. Pero año a año la diversidad va haciendo su trabajo y en unos años tendrás un jardín con especies vegetales muy diferentes que irán cambiando según la época del año.
Croquis del libro «El jardín en movimiento» de Gilles Clément
Ni que decir tiene que este tipo de jardín es 100% sostenible, la vegetación que colonice el terreno serán especies autóctonas. Y la belleza de la singularidad, cada año un jardín diferente dependiendo de los factores climáticos y los años que el jardín acumule.
Guilles Clement tiene varios de estos jardines, en Francia claro. Uno de ellos en su casa de campo y otro en un parque en el centro de Paris, el Parc André-Citroën. En este último es solo una pequeña parte del parque, en concreto, se encuentra junto al Sena, al final de la gran diagonal que traza el parque. Si tienes la oportunidad merece la pena que lo visites, además tiene un globo aerostático que te ofrece unas vistas inigualables de París.
¿Te arriesgarías a hacer un jardín por casualidad?
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