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Nuestros lugares emocionales I : «Monasterio de la Cartuja»

La experiencia de recorrer este edificio me dejo exhausto. Es un lugar que sorprende en cada rincón.

Con este edificio te escribo el primer post, de otros que están por llegar, en los cuales te iré dejando lugares que me han marcado emocionalmente. Son lugares que han pasado a formar parte de mi memoria y me gustaría compartirlos contigo, espero que también te emocionen.

Se trata de el Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas en Sevilla, actualmente acoge el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Si quieres conocer algo más sobre la densa historia de este lugar pincha aquí.

Esta mezcla entre un monasterio y un centro de arte contemporáneo prometía ser una experiencia singular. Pero si además te digo que fue un cuartel y una fábrica de loza, sin olvidar que allí estuvo enterrado Cristóbal Colon, te darás cuenta del espesor histórico que soporta el complejo.

Sorpresa es la emoción con la que calificaría este edificio. La acumulación de usos e intervenciones que ha sufrido a lo largo de su historia han hecho de él un laberinto emocional.

Vista del patio de acceso y puerta de entrada
Imagen del patio de entrada y fragmento de la puerta de la Iglesia

Recuerdo la primera vez que lo visité. Fue en otoño, era un día soleado y con una temperatura agradable. La primera sorpresa me sobrevino al entrar en el centro. El pequeño atrio de entrada enmarca la fachada gótica de la iglesia, es muy extraña la sensación de entrar a un museo de arte contemporáneo por una iglesia. Me sentí descolocado, no es lo que esperaba.

Ese día en el interior de la iglesia había una instalación que requería de cierto grado de oscuridad, el radical cambio de luz me sobrecogió. Estuve unos minutos quieto, adaptando la mirada hasta que comencé a percibir el amplio espacio bajo la bóveda de la iglesia. Pronto advertí la luz que entraba por una puerta lateral de la iglesia. Al salir, un amplio y soleado patio delimitado por un corredor en sombra, era el “Claustrón”.

Majestuosas, siguiendo otra lógica con su enorme altura y diámetro, las chimeneas de ladrillo en medio presiden y distorsionan el patio del claustrón. Fue una sensación extraña como cuando alguien da un golpe encima de la mesa en una tranquila comida.   

Imagen de las chimeneas del claustrón

La última sorpresa me esperaba a la salida. Al volver a la iglesia para salir descubrí otra puerta semi-cerrada. Por las rendijas entraba la luz como un cuchillo y cuando la abrí un nuevo patio. Pero este era totalmente diferente. Estaba en el “Claustro Mudéjar”. Pequeño, decorado con arquerías de ladrillo, diversos tipos de azulejos y con una fuente en el medio. Orden, tranquilidad y recogimiento, es un lugar en el que apetece sentarse y observar. Al recorrer el sombrío corredor entre en una nueva estancia. Rectangular, oscura y con gran altura. Ocupando el centro de la estancia una maqueta hecha con plásticos, luces y metacrilatos de colores, la ciudad del futuro.

Imagen del patio mudejar

 He vuelto muchas veces a este lugar y siempre descubro algo nuevo, siempre me sorprende con algún rincón que no había visto o un detalle que me pasó desapercibido.

¿Has visitado este lugar? ¿Cómo fue tú experiencia?

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