“La nieve había cubierto todas las cumbres rocosas del alma, la que ceñidas de cielo, se miran en este como en un espejo y se ven, a las veces, reflejadas en forma de nubes pasajeras. La nieve, que había caído en tempestad de copos, cubría las cumbres, todas rocosas, del alma. Estaba esta, el alma, envuelta en un manto de inmaculada blancura, de acabada pureza, pero debajo de él tiritaba arreciada de frío. ¡Porque es fría, muy fría, la pureza! […]”
Unamuno, Miguel de, Paisajes del Alma.
¿De qué manera puedes entender este texto si no es desde la experiencia estética de una nevada? Un tuareg nunca entenderá la profundidad de las metáforas que plantea Unamuno. Tendrá otras experiencias con el frío, con las nubes, con las tempestades o con la pureza; pero no las entenderá de la misma manera que la persona que haya experimentado una tempestad de copos.
Tampoco entenderás el poema si no te has conmovido, emocionado, es decir, si no has experimentado estéticamente la nieve. No podrás entender la fría pureza que reclama Unamuno para el alma. No identificarás cuál es el manto de inmaculada blancura con el que está envuelta el alma. En definitiva, no obtendrás de la lectura de este fragmento de texto una experiencia. Y no podrás porque te falta experiencia y no cualquier experiencia te falta la experiencia que tenga la cualidad estética.
Tienes que vivir ese frío puro de la nevada, esa inmaculada blancura de la nieve recién caída, para entender en qué estado se encuentra el alma que retrata Unamuno. Debe emocionarse, conmoverse, en algún sentido con una nevada para poder llegar al fondo del texto. Enfrentarte a ese letal frío que, en su pureza, te puede hacer perecer, pero que justamente por esa razón es bello, hermoso y terrible. En ese momento de emoción en el que las energías de la naturaleza y tus energías chocan, es ahí cuando la experiencia estética queda consolidad en tu memoria.
Esta experiencia estética es la que separa y define el concepto de paisaje. Lo separa del mal uso o apropiación que se ha hecho. Y lo define debido a que es imprescindible tener una experiencia estética para que el paisaje se revele.
Acertadamente Alain Roger en su libro “Breve Tratado del Paisaje” hace una distinción crucial, separa el concepto de paisaje del medio ambiente. Esta separación que puede parecer antinatural, es todo lo contrario. Si entiendes el concepto de paisaje que te propone, este se clarifica y se abren grandes posibilidades en torno a él.
El paisaje se define desde la cualidad estética, es decir, un paisaje será tal si eres capaz de ver la belleza que hay en él. En ningún caso un paisaje será aquel que defina un geógrafo o un biólogo a través de datos científicos. El paisaje es una construcción cultural, es decir, desde la experiencia estética y no desde la experimentación científica. Según palabras de Roger “…un paisaje no es nunca natural, sino siempre cultural.”
Científicos, técnicos o políticos se apropian del concepto de paisaje para empobrecerlo, reduciéndolo a unos simples datos o a cierta necesidad de conservación para que tal o cual especie sea protegida. Esto no es paisaje esto es medio ambiente.
Queda así abierto el concepto de paisaje a nuevas interpretaciones mucho más ricas en contenidos porque entra tu capacidad de detectar la belleza. De esta manera el paisaje se convierte en parte de la sociedad, todo paisaje será la proyección de las experiencias que alguien tiene y comunica. Estas son recibidas, entendidas, asimiladas y apropiadas. Pasan, entonces, a formar parte del colectivo que las comparte y atesora como identidad común. Por lo tanto, nuevas personas, como artistas o gente como tú y yo, podremos ampliar el concepto de paisaje transmitiéndonos las experiencias estéticas que de ellos hayamos obtenido y poder así ampliar con nuevos paisajes donde antes solo había nieve.
¡Trasmítenos un nuevo paisaje más abajo!
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